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MAX CALAVERA

Nací en Barcelona, un 8 de abril de 1999 en la clínica Teknon, a base de golpes de fórceps. Sospecho que dañaron mi lóbulo izquierdo dejándome nulo para el cálculo y la abstracción. La parte positiva es que tengo un lóbulo derecho creativo y apasionado. 

Nacer de forma violenta con los acordes de “Give peace a chance” debió marcarme. No hablé hasta pasados los dos años, pero me comunicaba con el lenguaje del  pingüino animado Pingu. Con cinco años leía en inglés, castellano y catalán y sacaba melodías en el piano de mi abuela. Pero  era ambidiestro y volvía locas a las profesoras que no soportaban verme pintar a dos manos. Como  suele pasar en este mundo,   me “normalizaron”forzándome a usar una mano para escribir y olvidé el lenguaje pingüino. 
 
Durante mi infancia, mi formación cinematográfica inevitablemente pasó  por Disney. Sin embargo, nunca habría tenido esta necesidad animal para contar historias si no fuera por mis abuelas. Ellas me lo contagiaron. Ya de pequeño me encantaba escuchar sus anécdotas: la república, la guerra, sus viajes y muchas otras historias fascinantes. Aunque hayan pasado muchos años a veces les pido que me las vuelvan a contar, aunque me las sepa de memoria. De hecho, a mi abuela Montserrat, que tiene un  don para contar cuentos la llamamos Momo, como la protagonista de la novela homónima de Michael Ende. 

Gracias a estas abuelas tan especiales, pude ver películas de “El gordo y el flaco”, Charles Chaplin, Los hermanos Marx… A parte de inmunizarme contra el blanco y negro me hizo amar desde bien pequeño la comedia. Incluso mi otra abuela me regaló por error el “Robin Hood” protagonizado por Errol Flynn, cuando yo esperaba la del zorrillo de Disney. ¡Me gustó tanto  que pedí otra del mismo actor! La siguiente fue "Camino a Santa Fe" también dirigida por Michael Curtiz. La casa de las abuelas se convirtió en mi cinema paradiso. Yo y mis primas nos encerrábamos en “el quarto dels bojos” para pasarnos la tarde enganchados a nuestro reproductor VHS viendo E.T, Mars Attacks entre otras. Así, poco a poco, iba atando mi visión del cosmos a películas y libros.

Haber estudiado  en escuelas de ideologías variopintas me ha ayudado a ser abierto y no prejuzgar. Pasé por un colegio internacional elitista, también por un centro alternativo hippie y por un par de escuelas católicas. El “cocktail” no está mal. Fue  en un colegio del Opus Dei donde me enamoré perdidamente de la historia y la política, gracias a un profesor con aires del Robin Williams en el “Club de los poetas muertos”. Ahí profundicé en el cine e intuí que en ese mundo estaría mi futuro. En ese mismo colegio vimos “El graduado” clandestinamente. Y descubrí a Hans Zimmer  gracias a mi  profesor de música que también me enseñó a limpiar DVD s a base de escupitajos.  


 
 


 


 

 




Desde pequeño me han dicho que hago honor a mi  signo del horóscopo aries, porque estoy como una cabra. Afortunadamente esta locura artística la pude canalizar al entrar con beca de excelencia en la ESCAC (Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña). Con más de 70 rodajes a mi espalda - algunos como director, otros como jefe de producción entre muchos otros cargos - podría considerarme el David O. Selznick de las producciones de bajo presupuesto o mejor dicho, de nulo presupuesto.


A lo largo de estos cuatro años en la universidad
  también he escrito y dirigido cortometrajes de lo más variopintos: desde un pan con tomate western (westerns ambientados en la Cataluña del siglo XVIII)  titulado "Por un puñado de ovejas" hasta un drama intimista con toques fantásticos "Eddie y la cebolla de cristal", el cual fue uno de los cortos seleccionados del festival que organiza la ESCAC, el inexperto. Gracias a estos dos últimos cortos pude entrar en la especialidad de dirección, después de unas difíciles pruebas de acceso.

Como es habitual en el cine pero sobretodo en producciones estudiantiles, he lidiado con todo tipo de situaciones: equipo técnico herido por desprendimiento de luces,  engatusar a los municipales para no pagar multa por rodar sin permiso,  comer ensalada de pasta cuatro días seguidos, rodar por los Monegros en el destartalado Honda Jazz   de mi mejor amigo para no pagar uno de alquiler. También  algo recurrente como tener que  improvisar escenas porque: los de la localización no quieren saber nada sobre nosotros, el actor tiene que irse del set porque se le ha olvidado ponerle comida a sus perros y un largo etcétera que han  mejorado mi habilidad  para resolver problemas.  

También he tenido la suerte de conocer al director y realizador Manuel Huerga y contar con la ayuda del productor Sebas Mery (Life & Pictures) y el montador Luis de la Madrid.



Después de un largo confinamiento pude rodar "En Navidad toca madera" una comedia disfrazada de slasher que gira entorno al icono navideño catalán: el Caga tió. Este octubre el esfuerzo se ha visto recompensado al poderse estrenar en la 54 edición del festival de cine fantástico de Sitges.

Ahora queda por escribir mi próxima etapa. Aunque sea con hierro ardiente, quiero  que se grabe en mi carne el sello de cineasta. Soy una bestia artística que soporta este dolor.







Max Calvera Vernet

Guionista, director de cortometrajes, músico y amante de las artes. 
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